Cómo gestiona un educador las consecuencias derivadas del incumplimiento de la normativa por parte de un menor. Los educadores ponemos consecuencias a los menores cuando estos no cumplen la normativa, a veces pecamos de ser punitivos y otras veces de ser tolerantes, esto puede suceder cuando no podemos ver des de la distancia el sentido de dicha consecuencia y sus efectos. Un ejemplo podría ser el de un niño que no se levanta nunca a su hora y el educador valora que la mejor manera de levantarlo a su hora es levantándolo más pronto. Es una consecuencia, muy válida, de acción y reacción. Esta consecuencia, como otras, da las respuestas deseadas, pero no tengo claro si son suficientemente vinculantes o aportan algo más allá de una conducta deseada. Muchas veces he observado cómo la demostración de romper la norma es una causa final de un contexto mayor. Seria como un vaso lleno “contexto “al cual le cae una gota y se derrama “incumplimiento de la norma”. Los vasos llenos son difíciles de ver, están mayoritariamente ocultos en el cajón de los malestares y para dar a luz en ellos hay que poner palabras para el entendimiento. Muchos de nuestros menores no entienden, no tienen palabras para entender y sus malestares son invisibles a la luz de los educadores. Regresando a las consecuencias y su finalidad, estas a mi parecer, tendrían que rehuir de lo inmediato y conectar con los contextos para dar luz aquello que no pueden entender. Las consecuencias han de aportar en cierta medida palabras para que el menor empiece a entender su malestar y así ayudarlo a vaciar su vaso. Antonio Argüelles. Barcelona