La disfuncionalidad familiar sucede cuando de manera no consciente los hijos hacen de padre o de madre de sus progenitores y en consecuencia toman un rol que no les pertenece, dejando sus necesidades emocionales apartadas para dar relevancia a las de sus progenitores. Son éstos, que por circunstancias de la vida, promocionan este intercambio de roles, un fenómeno que deja marca en sus hijos y un rastro una vez estos son adultos.
"Un día de otoño, me fui a vivir a una residencia, yo no entendí nada y sigo sin entender, mi madre quería que fuera valiente, que me hiciera cargo de mis cosas, que hiciera caso de mis cuidadores y sobre todo que no me afligiera ante su ausencia. Yo me esfuerzo por hacer todo lo que me pide, pero no puedo, aquí me siento muy desconsolada, contrariada con todo el mundo, no puedo ser buena sin mi madre.
Veo a mis compañeros y compañeras de la residencia con desconfianzas, sus miradas me muestran unas realidades con las que no quiero identificarme, sólo veo desolación. Yo estaba bien con mi madre, yo la cuidaba, la peinaba, le daba paz, me hacía cargo de su vida a pesar de ser pequeña. Ahora, a mi madre la veo unas horas a la semana, cuando viene me dice que me echa de menos, que sin mí no puede sacar adelante su vida, yo hago el corazón fuerte.
Cuando mi madre viene a verme me muestro alegre, quiero ser complaciente, hacer lo que hacía en casa, escuchar todos sus malestares y ponerlos dentro de mi saco para que pueda irse ligera. Cada vez se hace más difícil las despedidas, no dejó caer ninguna lagrimita de mis ojos, aunque piden a gritos salir de ellos, mantengo una sonrisa con fisuras, no quiero mostrar la tristeza que tengo en mi corazón.
En la residencia el tiempo es como una carrera, los saltos son nuestro engaño, yo tengo siete años, pero quiero tener muchos más, quiero que vean que puedo hacerme cargo de todo lo que necesita mi madre, quiero renunciar a mi infancia y cuidarla hasta la eternidad."
Antonio Argüelles, Barcelona.
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