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Contradicción.

  • Foto del escritor: Antonio Miradas del Alma
    Antonio Miradas del Alma
  • hace 1 día
  • 2 Min. de lectura

Actualizado: hace 13 horas

Muchos de los infantes de mi residencia sienten la separación de sus entornos familiares como una tragedia. Uno puede observar cómo ellos van construyendo realidades figuradas para aliviar su dolor. Una observación que marca distancias según quien la perciba: los adultos lo ven como un autoengaño, los infantes como un acto protector.


La negación es una característica común en nuestros ingresos, la sensación de sentirte desprotegido no deja de ser un claro recordatorio de una tragedia, de una negación de la realidad. Pero con el tiempo esa negación sucumbe a otras realidades, las cuales, están cargadas de contradicciones, son un reflejo claro de los temores más profundos.


El temor en nuestros infantes, en gran medida, es irracional, les proyecta percepciones que entran en contradicción con las nuestras, las de los adultos, que las percibimos como reales, plausibles y observables. Nuestros infantes necesitan tirar de la imaginación para sostener sus vidas, aunque ésta esté cargada de contradicciones con la que sobrellevan su tragedia.


Observamos como hay una necesidad innata por desprenderse de esa responsabilidad que ha guiado sus vidas respecto a lo correcto, adecuado y justo. Desprenderse es un acto irresponsable desde los ojos de un adulto, pero desde los ojos de un infante es un acto de acomodación a su realidad. Un acto responsable para su bienestar.


El acomodamiento reduce los tiempos en otras realidades, dejas de estar estancado en la contradicción. Cuando te acomodas puedes transformar esa contradicción, que sostiene una realidad figurada, en una adaptación a la propia realidad. Un proceso intrínseco del infante donde quedan expuestas sus emociones frente a los desafíos que se le presentan.


En mi residencia estos infantes han de adaptarse a las adversidades, al trauma y a la tragedia, no tienen otra opción. Un proceso que no atiende a súplicas, que es doloroso y presenta desafíos desgarradores. La fortuna de un infante es su imaginación y la creación de realidades alternativas, actos irresponsables de autoengaño que les ayudan adaptarse ante las adversidades.


Negación: “Estoy seca de lágrimas, suplicó a los que me cuidan que mi familia me ama, que me dejen volver, que seré buena.”


Realidad figurada: “Voy a estudiar mucho, quiero ser inventor, ganar un premio y pagar mi fianza para regresar a casa. “


Antonio Argüelles, Barcelona.


 
 
 

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