Ha estado una tarde horrible, si lo llego a saber no voy, cuando salimos siempre perdemos algo y yo quedo vacío.
La salida fue algo alocada, todos teníamos ganas de hacer cosas diferentes y cada uno luchaba por lo suyo.
En el trayecto un compañero no paraba de molestarme, me insulto gravemente, yo le respondí con más insultos, insultos más graves.
El educador no quería problemas, había tenido una semana difícil, él nos decía que tuviéramos calma, que estuviéramos tranquilos, que pronto llegaríamos.
Empecé a llegar a mis limites y visto que el educador no se implicaba en nuestro conflicto también le insulté, me avisó y yo le insulté más.
En ese instante el educador se implicó y con toda su ira me lleno de castigos. Como se me ocurrió llamarle lo que le llamé, pienso que fue por desespero, a nadie le gusta que le ignoren.
El caso es que he aprendido que insultar es valido cuando no eres nadie y grave cuando al que insultas es alguien.
Ahora se que no soy nadie, que puedo recibir insultos por doquier, que mi educador es intocable, que a él se le debe respeto.
Ha estado una tarde horrible, sé que mañana volverán a insultarme, se que tendré que responder evitando a mi educador para salvarme del castigo.
Antonio Argüelles, Barcelona
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