Agresor.
- Antonio Miradas del Alma
- 6 may
- 2 Min. de lectura
Actualizado: hace 7 días
Una familia es una institución que tiene un papel protector de todos sus miembros, en particular de los más pequeños. Un padre maltratador no puede ejercer de padre, su incapacidad para respetar y amar lo anula como referente. Una madre maltratada sabe que sus hijos no se tocan, pero un padre maltratador los usa para hacer daño no para hacerles daño.
“Mi madre es una mujer rota, decaída, endiabladamente amargada y nunca superó la perdida de mi padre. Mi padre es un personaje violento, a menudo enojado, escurridizo y su vida sé quebró cuando conoció a mi madre. Sus disputas eran diarias, el aire en mi casa era ahogadizo, su cuerpo, el de mi madre, un mapa de injurias marcadas en sangre.
Los servicios sociales me quitaron a mi madre con tan sólo once años, el motivo, comerme de un bocado cinco años de mi vida. Esos técnicos sabedores del bien y del mal vieron en mi madre una mujer compleja, difícil y violenta. Había mucho por trabajar y mientras, yo tenía que ir a un lugar seguro.
En la residencia tuve un tiempo de esperanzas en el que llegué a pensar que la vuelta con mi madre era sincera, pero ella estaba tocada, muy tocada, mis esfuerzos eran en vano. Ella en las visitas se presentaba a veces bebida, otras veces tarde y muchas más no aparecía.
Cuando me iba con ella tenía que vivir como un niño de mi edad, así nos aconsejaron estos técnicos sabedores, pero eso no va conmigo, me comí esos años por un motivo, no pienso tirarlos ahora. Mi madre siempre quiso a un hijo idealizado, pero por desgracia volvía a tener un agresor en su casa.
Pasó el tiempo y cada vez odiaba más mi residencia, esos niños desgraciados y sus educadores. Me fugué temporadas, no aparecía en días, hice amistades arriesgadas. En una de esas escapadas me encontré con mi padre, lo vi como siempre, con ese aspecto siniestro, él nunca me pegó, sabía en el fondo que todavía me amaba.
Mi padre contactó con los servicios sociales, éstos hicieron un estudio previo, vieron a un hombre comprometido y dispuesto a rehacer su vínculo conmigo. Se han aprobado salidas, él siempre ha estado muy educado con los educadores, las salidas han sido mejores que las de mi madre según los técnicos.
Con catorce años, tengo claro que mi sitio está con mi padre, allí me siento libre, sin ataduras ni niñeces. Mi madre ahora nos acepta cómo somos, reconoce su fracaso y él la trata diferente, por fin soy un hombre, soy su trofeo y mi madre el resultado de una derrota.”
Antonio Argüelles, Barcelona.

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