El menor cuando es acogido se derrumba, cae como un muro de arena frente al mar, todo deja de tener sentido, nada es igual.
Ellos sienten que han fallado, que no han sabido. Sus ojos se les llenan de lágrimas, pero nadie puede verlas porque lloran por dentro.
En la distancia del acogimiento los tiempos transcurren a ritmos diferentes, cada menor necesita su tiempo, el suficiente para poder verse asà mismo.
Verse asà mismo es importante para ellos porque dejan de ser parte de otros. Se apoderan de sus riendas y galopan allà donde desean.
Cuando uno galopa deja un sendero y muestra un camino, un camino que guÃa a las personas más queridas, su familia.
Antonio Argüelles