Hubo una vez que los niños sabían con certeza que educadores se hacían cargo de ellos. Hoy esta certeza es cada vez más incierta, la movilidad de nuestra profesión hace necesario cargar las tutorías en el equipo para que estas puedan ser eficientes.
La eficacia hoy tiene un gran peso en la institución, el trabajo individual está poco valorado. Se habla de columnas bien vertebradas de gestión, pero no se habla de sus miembros y sus vínculos con los niños.
Un tutor es aquel que ofrece un lugar donde poder tener voz y ser escuchado, un lugar donde el niño pueda expresar sus sentimientos y entender su realidad.
Pero cada vez veo más ojos perdidos, más almas atormentadas y un abismo entre nosotros y ellos. A medida que la eficiencia nos muestra un trabajo coordinado, estandarizado, ellos, los niños, van cimentando muros solidos donde el vínculo es fugaz o inexistente.
Antonio Argüelles. Barcelona
