Un niño mellizo, como el resto de niños, quiere saber por su identidad, pero él está unido, asociado y lo individual se diluye. Hay una necesidad de saber porque o en que se diferencian cuando están solos sin el otro. Me pregunto si estamos haciendo bien nuestro trabajo educativo, si estamos dando respuestas a sus preguntas. Los mellizos tienen una percepción de ser dobles, una sensación que dificulta la vida en separado y que impide la adquisición de una identidad propia . Yo soy él, él es yo. Los apegos enlazan emociones, las de uno con las del otro, pero también las de las personas significativas que han pasado por sus vidas y les han aportado seguridad . Un apego sano es aquel que consigue del otro no ser dependiente. Pero si los apegos de las personas más significativas fallan, dejan de estar ahí, desaparecen de sus vidas, solo queda el hermano, el que nunca ha faltado y el único que le puede dar seguridad. A veces los educadores nos enfrentamos a situaciones complejas, duras, dolorosas, y las superamos siempre pensando que nuestro trabajo es acompañar. Pero otras veces observas que no acompañas, que no entiendes, que no comprendes y te sientes impotente. Ves que el tiempo pasa y el niño mellizo sigue solo con su hermano, ves su soledad, su angustia y su desesperación por pertenecer a otros que lo quieran sin tener que dejar a l´otro. Trabajamos pensando en separar por el bien de ellos y lo único que necesitan es ser queridos, entendidos, comprendidos para poder situarse cada uno en su lugar. Un buen acompañamiento situa al niño en otro lugar sin separarlo y así desde esta distancia puede sentirse diferente, ser él para poder identificarse sin necesidad de asociarse. Antonio Argüelles. Barcelona