Nunca he vivido en mi infancia una separación de mi entorno familiar, sé por mi experiencia con los niños y niñas de la residencia, que el cuerpo se llena de dolor, que el miedo a la soledad es atroz y que eres vulnerable a tus fantasmas.
“Los doctores han hecho un ingreso para observarlo, las pruebas certifican que es un niño sano, pero él dice sentirse enfermo y desear estar con su madre. De noche sus fantasmas no dejan de visitarlo, cuando aparecen le hablan y grita, grita mucho, hasta que llega una educadora y le da consuelo.”
Con los años vas recogiendo experiencias para afinar tu práctica, es como el navegante que aprende de la tempestad. Son experiencias donde has de estar presente y dejar tus ausencias, ellas son balsámicas, pero con ellas no puedes acompañar sus sufrimientos.
Un capitán no deja nunca su navío, el mar lo reclama y él está presente. El trabajo de acompañar a estos niños y niñas puede parecer poco desde la distancia, pero para los acompañados es todo.
Antonio Argüelles, Barcelona.